El colmo de la industria alimenticia, el ayuno
El ayuno es prácticamente una palabra tabú para la sociedad. Por muchos motivos. Te contrarrestan diciéndote que se debe comer 5 o 6 veces al día para acelerar la actividad metabólica y generar un gasto calórico al digerir el alimento… vamos, la termogénesis, cuando realmente, este gasto energético es proporcional a las calorías consumidas. Es decir, tienes el mismo gasto calórico con 3 comidas de 600 calorías que 6 de 300. Tras este razonamiento, el siguiente motivo para evitar dar el brazo a torcer, mientras más a menudo realices pequeñas ingestas de comida, mejor se controla el hambre. Esto es muy relativo, porque al final, lo que cuenta es lo que comes. Las propiedades de los macronutrientes son los que dictan sobre la saciedad, y en este aspecto, la proteína o la grasa sacia muchísimo más que los carbohidratos. Por este hecho, un ayuno bien realizado no atenta contra la masa muscular al tener cierta abundancia en proteína. Tras estos argumentos iniciales, profundizamos en las ideas más concretas sobre el ayuno.
Ayunar no significa permanecer en un modo “hardcore” de la alimentación, muerto de hambre o “esmallao” como nos puedan llamar a alguno de los que lo practicamos. Nuestro cuerpo es capaz de sentirse bien tras un periodo de ayuno no superior a 20 – 24 horas, capaz de realizar las mismas tareas habituales sin repercusión alguna siempre y cuando no hablemos de alto rendimiento, donde se puede evidenciar cierta falta de glucosa en sangre tras un breve periodo de trabajo muy intenso. A lo sumo, puede iniciar un leve incremento del cortisol, que dentro de la normalidad de nuestro cuerpo, no degradará nuestra musculatura. Por lo tanto, no hay inconvenientes a la vista. Entonces, ¿qué consigo con el ayuno?
Una ausencia prolongada de alimento repercute en varios aspectos de nuestro cuerpo, donde los más evidentes son la reducción del porcentaje de grasa corporal, al aumentar entre otras cosas, la hormona del crecimiento y las catecolaminas. Este hecho se ve beneficiado tras la disminución de los niveles de insulina, permitiendo quemar grasa como fuente de energía. Pero no solo en cuestiones de pérdida de materia grasa son eficientes los ayunos. Numerosos estudios hablan de su capacidad para disminuir los triglicéridos, el colesterol y IGF-1, factor encargado del envejecimiento y enfermedades crónicas como diabetes, cardiopatías, cáncer, etc. Hay algunos pequeños añadidos positivos, pero son menos interesantes en este aspecto. Lo curioso de todo esto es cuando te comentan: “Vale, no hay inconvenientes, solo son beneficios, entonces… ¿Por qué el médico, la televisión o el Papa no hablan ni recomiendan el ayuno?” Es muy sencillo.
Dinero. Imaginarse un mundo donde una vez a la semana, dejan el desayuno o la hora de la comida a un lado. ¿Cuántas perdidas se provocan a la industria alimenticia? No hay que alarmarse, así es con todo. Pasa con los combustibles de los vehículos, con los productos farmacéuticos, etc. Lo importante es que hemos llegado hasta aquí y podemos poner remedio. Os diremos como.
El ayuno es, para algunas personas, complicado de practicar. Y es que el hecho de dejar de alimentarnos a cierta hora es romper nuestra rutina de vida, por lo que al principio puede ocasionar ciertos perjuicios leves en cuanto a estrés, sensación de hambre y de debilidad. El método más fácil de ayunar es saltarse el habitual tentempié mañanero. Desde el tiempo en el que terminamos de cenar, permanecemos dormidos hasta el desayuno son 8 horas aproximadamente, mas las que restan hasta el almuerzo, suman unas 14 – 15 horas, ideal para una persona no habituada. Más adelante, conforme se vaya notando las reacciones del cuerpo, podéis comprobar que sois capaces de llegar hasta las 20 horas pero… no lo recomendamos. Los excesos siempre fueron malos, y por mucho que recomendemos un buen ayuno, nosotros no nos excederíamos de las 16 horas. Los alimentos previos al ayuno deben contener cierto aporte saciante, así que deberás consumir más proteína y grasa en comparación a los hidratos, de los cuales tienes que evitar a toda costa los azucares añadidos. ¿Debemos recordar no abandonar el objetivo pensando en picotear algo entre medias? ¡Esperemos que no!. En cuanto a motivación, experimentar el placer de comer tras el ayuno puede no tener precio, y es que, cuando uno tiene hambre de verdad, la comida tiene mejor gusto y se convierte en uno de los mejores placeres de la vida.